Un Airbnb para catapultar a las comunidades indígenas de México
Los mayas eran un pueblo innovador. Eran astrónomos exquisitos, predecían eventos y estaciones y, además, eran matemáticos ilustrados. Cualquiera con el más mínimo conocimiento de esta maravillosa cultura precolombina vería en esta afirmación una verdad como uno de sus imponentes templos. Fue justamente en uno de ellos —Calakmul, en el sureño Estado mexicano de Campeche— donde Emiliano Iturriaga, en ese entonces estudiante de Ingeniería en Desarrollo Sostenible, tuvo la idea de crear una empresa que ayudaría a las comunidades rurales e indígenas a ofrecer experiencias a los viajeros que buscaban algo diferente. Los mayas, miles de años después, habían sido protagonistas, aunque esta vez indirectamente, de un nuevo adelanto. En 2017 nació Rutopía.
Iturriaga, de 27 años, ya conocía la enorme variedad cultural de México. Su padre es escritor de viajes, por lo que desde pequeño se la ha pasado de un lugar a otro. Pero en puntos muy distintos a los lugares comunes que saltan en la mente de los turistas extranjeros (Cancún, Acapulco y otros similares). En los últimos años, él y su amigo Sebastián Muñoz, también cofundador de Rutopía, se dieron cuenta de que había una gran cantidad de emprendedores jóvenes en las comunidades que buscaban atraer a esos güeros (rubios) y gringos pero terminaban por gastar más de lo que ingresaban. Emiliano Iturriaga reflexiona al respecto desde la sede de la startup en la capital de su país: “México está en el puesto 132 en sustentabilidad turística. Y nos dimos cuenta de que solo el 7% de los ingresos llega a las comunidades”.
Es por eso que parte del factor disruptivo de Rutopía está en enfocarse en un modelo de vinculación constante con la poblaciones rurales, que son las que realmente ofrecen los planes para los visitantes. Las experiencias que se pueden encontrar en la plataforma son tan variadas como ricas. Meterse hasta la cocina en un pueblo en medio de la jungla, crear artesanías, aprender a cocinar en la gastronomía local de una comunidad, hacer pulques (una bebida fermentada prehispánica), visitar las pirámides… Los servicios son ofrecidos por la gente local y el dinero se divide entre ellos (80%) y la startup, que los vende (20%).
Otro valor añadido es la cercanía que hay entre la plataforma y los ‘socios’, algo que sería impensable en otro tipo de agencias con los hosteleros. “Estamos muy orgullosos de nuestra relación con todos nuestros operadores en campo. A todos los conocemos de nombre y tenemos un vínculo más allá de lo comercial”, remacha Iturriaga. De hecho, este último punto ha servido de igual forma para garantizar la seguridad de los viajeros, ya que se trata de rutas que los propios jóvenes conocen de primera mano. Actualmente, hay cerca de 420 distintos proyectos de ecoturismo en la plataforma.
El éxito ha sido abrumador. “Al principio, me di cuenta de que esto iba por buen camino cuando tuvimos los primeros clientes fuera de nuestro círculo familiar y de amigos”, recuerda el cofundador. Sin embargo, la campanada resonó en 2019 cuando el proyecto ganó el prestigioso Hult Prize, algo así como el Nobel del emprendimiento universitario (y que trae consigo un cheque de un millón de dólares de capital semilla). El premio lo recibió de manos del expresidente estadounidense Bill Clinton. Quedaba claro que el mundo estaba más que interesado en Rutopía. Y lo sigue estando. Emiliano apareció en la portada del número de febrero-marzo de la revista Forbes México. Todo esto a pesar de una pandemia que ha dañado especialmente al turismo, pero que no detiene las ansias de crecer de esta empresa: “El COVID-19 ha servido para reinventarnos. Estamos convencidos de que vamos a ganar mercado frente a los all inclusive (todo incluido) y al turismo masificado”, cuenta.